Medicina Nóbel

Medicina Nóbel

lunes, 24 de septiembre de 2012

Alzhéimer; el caso Utermohlen y sus retratos

William Utermohlen nació el 4 de diciembre de 1933 en South Philadelphia (USA) en una familia de origen alemán. Estudió desde 1951 a 1957 en la Pennsylvania Academy of the Fine Arts, una de las academias de arte más prestigiosas de Estados Unidos, y más tarde en la Ruskin School of Drawing and Fine Art de Oxford, en Inglaterra. Desde muy joven mostró una clara tendencia por el arte. 
Le encantaba pintar, especialmente personas y es en el Reino Unido donde desde 1957 desarrolla su obra pictórica. A lo largo de su carrera abordó diferentes temáticas y estilos, y realizó numerosas exposiciones de pintura a lo largo de Europa y Estados Unidos.
En 1995, con 61 años de edad, es remitido a la consulta del Grupo de Investigación en Demencias del Instituto de Neurología del University College de Londres para la evaluación de un posible deterioro cognitivo. Según la información ofrecida por su esposa, Patricia, los problemas de William se inician aproximadamente cuatro años antes, cuando comienza a presentar dificultades para abrocharse el cuello de la camisa. Su esposa describe además problemas en el manejo del dinero, problemas de memoria y pérdida de habilidades para la escritura. 
A William se le ve triste, deprimido y ausente, y no presta atención a lo que le rodea y en la evaluación que se le realiza se constata un deterioro moderado en múltiples áreas relacionadas con su funcionamiento cognitivo, y la resonancia magnética revela una atrofia cerebral generalizada. 
A William Utermohlen le fue diagnosticada una probable enfermedad de Alzheimer con 65 años de edad y en evaluaciones posteriores realizadas reflejaron un mayor deterioro progresivo de su funcionamiento cognitivo y una atrofia generalizada en su cerebro.
Diversos medios, tanto científicos, como la revista británica The Lancet (que publica su caso) o la estadounidense Neurology, como periodísticos, como The New York Times o la BBC, entre otros, han prestado atención al caso de William Utermohlen en particular, así como a la relación entre arte y demencia en general. 
Entienden que la producción artística durante la enfermedad puede revelar aspectos interesantes tanto de la propia dolencia como de la experiencia personal de lo que es “vivir”, en el caso de William, con la enfermedad de Alzheimer. 
En el caso que nos ocupa existen otros elementos esenciales, como son, por una parte, el hecho de que su mujer, Patricia, sea historiadora de arte y cuidadora de su marido, porque a través de ella ha llegado un amplio material relacionado tanto con su actividad artística como con la evolución de su enfermedad, y por otra parte, el hecho de que aceptaran que se estudiara el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer desde un punto de vista interdisciplinar, incluyendo, y ésta es la novedad, los trabajos artísticos que producía durante el desarrollo de la misma.
Desde el momento del diagnóstico, la mayor parte de la producción artística de William Utermohlen se centra en la realización de autorretratos, género ”que ya había cultivado a lo largo de su carrera y que supone un esfuerzo de observación personal y a través de los mismos (realizados entre 1995 y el año 2000) se puede hacer un “seguimiento” de la evolución de su enfermedad, analizando los cambios en su pintura, se puede intentar conocer y comprender cómo fue la vivencia de su enfermedad. 
Un autorretrato realizado en 1967 puede servir de base para el reconocimiento de sus habilidades artísticas, de su precisión, expresión de emociones, originalidad… y, en definitiva, de la calidad de su trabajo creativo antes de su enfermedad.
El análisis de los cambios que se aprecian (algunos dirían “errores”) en la pintura de William Utermohlen a lo largo de su enfermedad es muy complejo, y seguramente aventurado y quizá poco riguroso qué se debe a una decisión propia del artista, y qué o cuánto daña la enfermedad en su cerebro, es difícil de ponderar teniendo en cuenta y con apoyo de la información publicada sobre su caso, se puede hacer una primera aproximación si se presta atención a la serie de autorretratos, se observa un cambio rápido y generalizado en sus habilidades artísticas, indicativo del proceso neurodegenerativo e inexorable que William Utermohlen padece. 
William, en éstos cinco años, va perdiendo paulatinamente la capacidad de representación espacial, las relaciones entre rasgos y objetos, entre proporción y perspectiva ya que se simplifica e incluso desaparece el fondo de los cuadros. 
El color desaparece, como si de una metáfora de la enfermedad se tratara, pasa de vivir y expresar la vida en color, a existir y comunicarla en blanco y negro y el manejo del pincel se vuelve más burdo, más tosco y, al final, produce líneas hechas con un lápiz.
Un año de desarrollo de la enfermedad separa cada uno de los cuadros. Un año donde el declive de sus habilidades visuo-espaciales, visuo-perceptivas y visuo-constructivas es cada vez más evidente. 
En el cuadro pintado en 1997 se pueden apreciar los primeros signos de dificultad en la representación de los rasgos de la cara, tanto de su estructura como de la relación entre los mismos ya que pinta de manera más burda, y tanto su memoria como su motivación, atención y reconocimiento visual están ya alterados, y por eso su pintura resulta más tosca y menos elegante. 
Al año siguiente, en 1998, cuando William tiene 65 años, éstos cambios son más pronunciados y existe una clara alteración del sentido de la proporción en los ojos especialmente, y el fondo del cuadro, el contexto del mismo, ha desaparecido.
En 1999, el deterioro de sus habilidades constructivas es más evidente, los rasgos faciales aparecen juntos, borrosos y extrañamente (des)conectados. Un año más tarde, en 2000, William ya había abandonado la pintura al óleo y trabajaba con lápices. 
En éste autorretrato, sólo los principales rasgos de la cara son reconocibles y la división de la misma está formada por una continuación de la mandíbula, que casi se pliega sobre sí misma y es dónde la enfermedad de Alzheimer hace desaparecer “el rostro de William”, que se pierde entre las neuronas dañadas.
¿Cómo habrá sido la experiencia de la enfermedad para William Utermohlen durante éstos cinco años? ¿Podemos imaginarla a través de sus autorretratos? 
Según el testimonio de su mujer y cuidadora (e historiadora del arte) y del análisis que otros críticos y especialistas han formulado sobre su obra, es casi seguro, como diría Laín Entralgo, que William sintió amenazada su integridad física y psicológica, amenazada por la soledad, incomunicación, invalidez, pérdida de su yo, proximidad de la nada, y que ya en el primer autorretrato de 1996 se puede observar una mirada dura, posiblemente enojada, indignada.
Un hombre que vé cómo su mundo se contrae, se hace más pequeño, se limita, se reduce y nos mira e interroga desde detrás de los barrotes de esa cárcel, que es la enfermedad de Alzheimer nos muestra que la mirada de William tiene todavía fuerza, aunque también se aprecia desasosiego y posiblemente miedo. Miedo que acompaña siempre a la enfermedad, y sobre el buen seguro, como sobre otras emociones, nunca jamás le preguntaron ese miedo, que es hermano del sufrimiento y la desesperación.
En 1997, su rostro refleja una mirada perdida, extraviada, perpleja, extrañada. Incapaz de encontrarse a sí mismo dentro de sí mismo, su vida es un encuentro constante con lo desconocido, donde no puede expresar la naturaleza de su terrible experiencia. 
Si comparamos este autorretrato con el del año anterior, se puede apreciar que su rostro ha perdido vigor en la medida que los rasgos van suavizándose y la mirada perdiendo vivacidad, es que William va invisibilizándose y con él se pierden sus deseos, necesidades y expectativas. 
Casi tres años después del diagnóstico, en 1998, su pintura no es tan refinada y precisa, aunque a pesar de eso el cuadro transmite intensamente la tristeza, ansiedad, resignación y debilidad que emanan de su rostro. Sin embargo, en los dos últimos autorretratos (1999 y 2000), hechos casi cinco años después del diagnóstico, los rostros aparecen a la vez casi borrados, demolidos, desestructurados y como decía su esposa, “es como si William hubiera asimilado su destino en su pintura: subsistir mientras desaparece”.
Como sucede en los cuadros de William Utermohlen, la enfermedad de Alzéhimer  decolora y desfigura a la persona que la padece y éste es un proceso que deshace en la medida que su cerebro va muriendo, lo fragmenta y destroza.
El día 21 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Enfermedad de Alzhéimer y el caso de William  Utermohlen puede servir para comprender a ésta enfermedad, así como entender el sufrimiento de los que la padecen como así de las personas que lo acompañan en su atención.
La investigación trabaja en silencio para mejorar la vida de los que la sufren para detener su avance con una próxima vacuna en busca de una curación, y que también pueda detectarse con anticipación mediante una imágen de tomografía computada del cerebro, y (la empresa Philips está elaborando un tomógrafo para ésta enfermedad).
Es necesario que la sociedad tome conciencia ante el trato de éstas personas y se solidarice con ellas y dejando de lado, como dice Albert Jovell, la “soberbia del sano”, debemos cortar los barrotes que encierran la figura de William Utermohlen en el cuadro que pinta en 1996, ya que son éstos barrotes verdes, que encierran a William en su enfermedad, los que significan tanto las barreras que la enfermedad conlleva como las de la sociedad y sus ciudadanos en poner a las personas que sufren demencia y a sus cuidadores. 
William Utermohlen es, además de todo lo anterior, un notable testimonio de la capacidad humana y creativa que tienen las personas que sufren demencia para ser recordado.
por JAVIER YANGUAS/El País(21-9-12)
Javier Yanguas es director de I+D de la Fundación INGEMA-Instituto Gerontológico Matía

No hay comentarios: