La vejez cuenta de
cada uno de nosotros, es una realidad la que nos tocará de indiferencia
en algún momento y que no se deja soslayar, cuando llega. Ella nos
prueba hasta donde ésa terca suposición de indiferencia que no
envejecemos, un buen día se nos desploma para dejar de ser
indudablemente real. Frente al espejo imperdonable nuestro sueño eterno
se nos desvanece.
En el mundo moderno la vejez a menguado ser el problema social
inabordable, y el progreso lejos de acortar la brecha contribuye a veces
a incrementar el envejecimiento que pueda ser subsanado por la ciencia,
pero se nos hace previsible en el momento que puede reconocerse que
otros inconvenientes pueden surgir de carácter psicológicos o motrices.
En otros tiempos los viejos gozaban de gran estima con la mayoría
de edad, pero en nuestro tiempo éste privilegio está muy desdibujado
cuando antes se aseguraba idoneidad por la experiencia de ser viejo, por
estar asentado en una verdad que no se podia desmentir. Así la vejez
pasaba a ser una figura estelar en los roles de reparto para luego pasar
a ser de mero espectador.
La vejez no es una enfermedad que se contrae sino se llega a ella
por atravesar una etapa en la vida igual a otros ciclos de vida, que
transitaron por un mismo sendero, se encuentran con ella naturalmente
por consolidar lo vivido en el transcurso de los años.
Envejecer tiene una instancia de decisión que debe ser aceptada
individualmente y subjetivamente cuando se llega a considerarse viejo,
ya que es probable que algunos sentidos disminuyan su potencialidad,
pero los sentimientos pueden ser más intensos y disfrutables.
Entonces es necesario rescatar el amor de aquellos que nos rodean,
el respeto de nuestras convicciones y los recuerdos imborrables que
marcaron nuestra vida para poder contarlos y agendar ésos momentos de
felicidad de disfrutar la vida elegida.
"Quizás debemos tener presente que la vida pasó tan lenta para no aprovecharla y tan veloz como para no perdérsela".
e1000
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